El sueño de Calderón

Hasta hace nada, trabajaba, vivía y dormía despreocupado. Pagaba mi alquiler religiosamente, sin ningún problema. Pagué mis impuestos, los servicios, los gastos normales. Podía ahorrar algún pesito. No tuve grandes privaciones. Esto se fue dando de manera natural desde hace unos años a esta parte.
El sueño de la casa propia nunca estuvo presente…. tal vez como algo muy lejano, pero no inmediato. No inminente.
La realidad es que, hoy, lo vivido pasó a ser sueño, y lo inmediato una pesadilla.
¿Por qué escribo sobre esto? Es mi espacio, lo cree para mí. Y como en algún momento escribí, los jóvenes se quejan. Y hoy me quiero quejar. La queja con sentido. Seguramente esto no se va a leer por demasiadas personas (con suerte una o dos).
Mi formación me habilitó a lograr un determinado nivel cultural y me abrió las puertas a continuar con estudios en temáticas que, para muchos, no estarían en absoluto relacionadas. Siempre supe que la ciencia era antónimo de bienestar económico. Nunca fue una preocupación ya que la motivación que genera la vocación cubría muchos huecos. La pasión dio paso a la realidad. La realidad del científico en la argentina. Un muerto de hambre bien visto. Un luchador empedernido, que por el honor (ad-honorem) hace todo, todo lo que tiene a su alcance para poder “cumplir” con su labor y satisfacer su curiosidad, gran musa en la ciencia, y así acrecentar el conocimiento y, por ende, enriquecer la cultura de un país y de la humanidad. Desde luego, la musa se termina transformando en un grotesco de lo que en algún momento fue, y pasa a ser un monstruo. Todo lo que toca queda ubicado en un lugar de frustración. El deseo, esta. Las ganas, están. Las inquietudes, están. Entonces, ¿qué falta? Dinero.
Agolpados, apretados, con frió, con calor, los científicos trabajan en espacios reducidos, incómodos, inadecuados; muchas veces sólo por el honor (ad-honorem otra vez) o un sueldo miserable, que con suerte se puede cobrar en plazos que sólo la providencia conoce. Pero el honor termina costando mucho. La inversión económica en
materiales, literatura, tiempo, viáticos, etc., etc., etc., se hace inacabable. El honor, la musa y demás cualidades que embellecen la ciencia se vuelven un fastidio que, en mi caso personal, termina en fracaso. No es el fracaso intelectual; es el fracaso frente al sistema. La no adaptación. La no resignación a que a cada pedido de elementos de trabajo, la respuesta sea “no hay, no se puede, sale caro”.
La realidad es que, hoy, lo vivido pasó a ser sueño, y lo inmediato una pesadilla.
¿Por qué escribo sobre esto? Es mi espacio, lo cree para mí. Y como en algún momento escribí, los jóvenes se quejan. Y hoy me quiero quejar. La queja con sentido. Seguramente esto no se va a leer por demasiadas personas (con suerte una o dos).
Mi formación me habilitó a lograr un determinado nivel cultural y me abrió las puertas a continuar con estudios en temáticas que, para muchos, no estarían en absoluto relacionadas. Siempre supe que la ciencia era antónimo de bienestar económico. Nunca fue una preocupación ya que la motivación que genera la vocación cubría muchos huecos. La pasión dio paso a la realidad. La realidad del científico en la argentina. Un muerto de hambre bien visto. Un luchador empedernido, que por el honor (ad-honorem) hace todo, todo lo que tiene a su alcance para poder “cumplir” con su labor y satisfacer su curiosidad, gran musa en la ciencia, y así acrecentar el conocimiento y, por ende, enriquecer la cultura de un país y de la humanidad. Desde luego, la musa se termina transformando en un grotesco de lo que en algún momento fue, y pasa a ser un monstruo. Todo lo que toca queda ubicado en un lugar de frustración. El deseo, esta. Las ganas, están. Las inquietudes, están. Entonces, ¿qué falta? Dinero.
Agolpados, apretados, con frió, con calor, los científicos trabajan en espacios reducidos, incómodos, inadecuados; muchas veces sólo por el honor (ad-honorem otra vez) o un sueldo miserable, que con suerte se puede cobrar en plazos que sólo la providencia conoce. Pero el honor termina costando mucho. La inversión económica en

Y el cambio de rumbo fue inminente, aunque casual (o causal). La transformación de la ciencia en algo que conlleva trascender. Una disciplina nueva y antigua, que busca la iluminación.
También aquí hubo un dejo de sabor amargo, ya que para lograr la iluminación en occidente es necesario pagar la cuenta de luz. Nada es gratis, eso esta claro.
Y el nuevo giro llegó. El giro que completó la independencia económica de la familia. Los progenitores estaban presentes, pero no eran necesarios como sostén económico.
En esta nueva etapa se unieron la ciencia y la trascendencia. Lo palpable y lo etéreo. La razón y la lógica de lo intangible. ¡Funcionó!
Hoy, con treinta y pico, me debato entre pagar un nuevo alquiler (que no vale lo que se recibe a cambio), volver al nido, dejar de comer, resignar ciertas libertades, pagar sumas exorbitantes por ser libre. La capacidad de ahorro monetario y emocional se ha vuelto un dilema. La lógica deja de ser lógica. El que comienza, ve el final antes de comenzar. El que comenzó se ve truncado.
Tengo que dejar la casa que alquilo y pensar en un alquiler que supera por mucho mis posibilidades. Tendría que pagar dos veces y tanto más para poder seguir siendo independiente, dependiendo (tal vez) de una ayuda externa. Una pequeña caridad que no tiene justificación. Soy una persona formada. Tengo trabajo, tengo cualidades, tengo reconocimiento. Tengo, pero no.
En esta Argentina, cada vez más empobrecida y embrutecida, tengo que pensar que vivir es un dilema. El formado se deforma. El sueño se hace insomnio. La ilusión…. para que seguir.
A pesar del pesimismo aparente, sigo en la Argentina. Creo en la Argentina. Pago por vivir en la Argentina.
En esta nueva etapa se unieron la ciencia y la trascendencia. Lo palpable y lo etéreo. La razón y la lógica de lo intangible. ¡Funcionó!
Hoy, con treinta y pico, me debato entre pagar un nuevo alquiler (que no vale lo que se recibe a cambio), volver al nido, dejar de comer, resignar ciertas libertades, pagar sumas exorbitantes por ser libre. La capacidad de ahorro monetario y emocional se ha vuelto un dilema. La lógica deja de ser lógica. El que comienza, ve el final antes de comenzar. El que comenzó se ve truncado.
Tengo que dejar la casa que alquilo y pensar en un alquiler que supera por mucho mis posibilidades. Tendría que pagar dos veces y tanto más para poder seguir siendo independiente, dependiendo (tal vez) de una ayuda externa. Una pequeña caridad que no tiene justificación. Soy una persona formada. Tengo trabajo, tengo cualidades, tengo reconocimiento. Tengo, pero no.
En esta Argentina, cada vez más empobrecida y embrutecida, tengo que pensar que vivir es un dilema. El formado se deforma. El sueño se hace insomnio. La ilusión…. para que seguir.
A pesar del pesimismo aparente, sigo en la Argentina. Creo en la Argentina. Pago por vivir en la Argentina.
Sueño con la casa propia, en la Argentina, aunque no niego que me despierto sobresaltado demasiado seguido, y suele estar muy oscuro todavía.
Sor Juana intituló uno de sus escritos “Primero Sueño”.
¡Juanita, Juanita!
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