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"...Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis. ¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende?, ¿si la que es ingrata ofende, y la que es fácil enfada?...." SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

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Thursday, December 28, 2006

La Aventura del Hombre: especial de fin de año

En un escrito anterior cité a Björk como una
“etóloga” capaz de explicar el comportamiento humano. Esto se traduce: plasmó en una canción con absoluta claridad lo inexplicable y contradictorio de nuestras acciones.



Desde lo personal, muchas veces me encuentro en esa misma posición: la de observador.




Según la Real Academia:
etología.
(Del gr. ethos, costumbre, y -logía).

1. f. Estudio científico del carácter y modos de comportamiento del hombre.
2. f. Parte de la biología que estudia el comportamiento de los animales.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Preferí no incluir a la psicología, ya que a veces dudo de ciertos casos en los cuales parece que la psique esta ausente.

Como objeto de estudio, el hombre es un ser maravilloso!
Para hacer algo más grafico este texto, sugiero (me o al lector desventurado) que se lea en un contexto….digamos….”pseudos-científico”. Es necesario imaginar que se trata de un artículo de la revista National Geographic o Para Ti (ud/yo decide/o).

"….. Detuve mi automóvil al vislumbrar entre la espesura lo que parecía un grupo de homínidos reunidos en algún tipo de celebración. Me acerqué con cautela, intentando no perturbar sus actividades. Al aproximarme, pude observar que se trataba de un grupo de machos, de distintas edades. Todos se ubicaban alrededor de un fuego (esta especie es bastante inteligente y utiliza el fuego para cocinar la carne, así como otros instrumentos diversos).

El dato de la carne cocinada no es menor. Evolutivamente, resultó un gran avance para este grupo, ya que la carne (proteína) cruda es muy dura y difícil de masticar y digerir. Con este avance tecnológico (el fuego), los homínidos lograron, no sólo mejorar el sabor de su alimento, sino también transformarlo en fácilmente comestible y, sin saberlo, destruían las larvas de posibles parásitos que pudiesen estar enquistados en el músculo. Buen alimento + fácil digestión = más tiempo para el ocio, la interacción social y el pensamiento abstracto.

Se trataba de un grupo con una inteligencia bien desarrollada.
Observé sorprendido que el resultado de su caza (semejante a una gacela, probablemente algún tipo de artiodáctilo como la cabra) había sido empalado y crucificado de manera extraña, y, una vez vaciado el contenido de la cavidad y quitado el pellejo, era expuesto en este “artefacto cruciforme” frente al fuego. Un modo extraño de cocción, pero probablemente efectivo, aunque seguramente demasiado lento. Esta observación disparó un pensamiento errático en mí: estos bípedos no tenían demasiado apetito; el fuego esta alejado y la cocción es lenta – aquí importa el ritual de la cocción, no prepondera el acto alimenticio-.

De pronto, uno de ellos advirtió mi presencia, y con un gesto de su mano y un sonido gutural, comunicó al clan su descubrimiento. Enfocaron su mirada hacia mí, y para mi asombro, hubo lo que luego interpreté como un gesto de “invitación”. Por mis observaciones, concluyo que hubo aceptación por el líder del grupo y éste es el motivo de su comportamiento amistoso.
Me acerqué con la cabeza baja (señal de sumisión aceptada universalmente en el reino animal) pero me mantuve a distancia, intentando no interferir con sus actividades.
Fue notorio, que hasta ese momento no se observaban hembras, sólo machos. Todos imitaban al líder. Éste no era de gran edad, pero su estado físico denotaba fortaleza y autoridad. Otros machos de menor rango festejaban cada acto del líder con gritos, gestos de aprobación y lo que interpreté como “risa”. Era evidente que este grupo de machos de menor jerarquía aún no tenían sus propios clanes, e intentaban copiar el modelo del líder. Debido a la ausencia de hembras, supuse que serían jóvenes-adultos, sexualmente maduros, pero sin “derecho”.

Otros machos, de similares características al que denominé “macho Alfa,” festejaban del mismo modo.
Estos animales eran claramente sociales y manejaban un código lingüístico que escapa a mis pobres conocimientos.
Hubo un gesto que no logré descifrar: reiteradamente llevaban una mano a la entrepierna, a la región genital. Parecía que buscaban su pene. Hoy sigo sin comprender este hábito que se repitió sin cesar. Luego pensé que probablemente tuviese algo que ver con el liderazgo, ya que las feromonas liberadas de la región se transmitían al tocarse mutuamente y al compartir los alimentos.
No tardó mucho en desatarse lo que denominé “actividad alimenticia jerarquizada”. Dos de los machos de menor rango se mantenían pendientes de la presa que se cocía lentamente, inhalando grandes cantidades de humo. Al parecer buscaban aprobación del macho alfa. No permitían que ningún otro se acercase. Si esto sucedía, mostraban los dientes en algo semejante a una sonrisa desafiante e inmediatamente el “atrevido” se retiraba a su lugar asignado.
Luego de una hora, aproximadamente, en la cual no faltaron gritos, exclamaciones y demostraciones de autoridad y jerarquía (el gesto de tocarse los genitales debe ser muy importante para esta especie), el macho alfa decidió que la carne era comestible.
Hasta ese momento no había notado que a unos metros del sitio de reunión había una precaria construcción habitacional. El macho alfa vocalizó y para mi sorpresa, dos hembras aparecieron inmediatamente en escena. Cada una traía cuencos con vegetales y diversos frutos recolectados de la vecindad. Las hembras eran tratadas de manera muy distinta. Sumisas pero siempre receptivas a las miradas de los demás machos. Una, especialmente voluptuosa no dejaba de contonearse y emitía chillidos agudos que denotaban su estado de celo.

Investigaciones posteriores confirmaron que estos homínidos poseen ciclos reproductivos en los cuales la hembra ovula mensualmente, pero que han descubierto las virtudes del sexo y lo utilizan de manera recreacional.

Esta hembra, a la que denominé “Pi” (ya que es un número infinito, y al parecer también sus eventuales parejas) era objeto de numerosos halagos y festejos. Más tarde comprendí que se trataba de la pareja del macho alfa. Pi se movía entre los machos, mostrando sus dotes naturales y generando alboroto en el clan, a lo cual el macho alfa respondía con cierta condescendencia y tolerancia. Finalmente, con un gruñido de su macho, Pi fue puesta en su sitio.
Los dos jóvenes que se ocuparon de la cocción comenzaron a trozar la carne humeante. El trozo más abundante fue destinado al macho alfa y a Pi, que se ubicó entre las piernas de su “consorte”. Lamentablemente, desde mi posición no pude observar si el acto de comer estaba acompañado de cópula, pero muchos de los gestos y sonidos de Pi así lo sugerían.
Aprobado el alimento por el macho alfa, los demás machos se lanzaron en un frenesí alimenticio que no puedo describir con facilidad. Sólo puedo decir que abundaron la grasa, los jugos, las pilas de huesos, el sonido aterrador de dientes que chocaban y risitas sospechosas.
La segunda hembra, de menor rango, comía y se acercaba a los otros machos con una actitud de abierto deseo de aceptación. Algunos la rechazaron inmediatamente. Otros compartieron su alimento. Finalmente, “Omega” (así la nombré) encontró un sitio entre los machos de menor rango, los cuales compartieron el alimento con ella. Omega, menos deseable que Pi, inmediatamente se transformó en el objeto de disputa.
Una vez concluido el acto alimenticio, el grupo se retiró unos pocos metros de la pila de huesos.
Aquí comenzó otro comportamiento extraño. Pi y el macho alfa se rozaban constantemente, mirando al resto con actitud desafiante. Omega reía y gritaba sin parar, al parecer excitada por su nueva “popularidad”.




Pasaba de un macho a otro, buscando receptividad. Algunos la descartaban y continuaban con sus demostraciones, intentando establecer alguna vinculación extraña con sus pares. El gesto de la mano entre las piernas nunca desapareció.

Debe ser importante para los machos de esta especie comprobar el tamaño y posición de su pene. Creo, con temor a equivocarme, que intercambiaban información sobre sus “dotes”, mostrando o describiendo sus herramientas de caza y construcción. Al parecer, cuanto mayor es el tamaño de la vara o lanza que se utiliza para cazar, menor es la dotación genital. No podría confirmarlo, pero es una especulación basada en observaciones de aquella noche. Cuanto más hincapié hacían estos machos sobre sus adquisiciones materiales (léase armas y lo que interpreté como bienes) más inseguros parecían. Al llevar la mirada a la entrepierna de aquellos machos, noté que el tamaño ocupado por el aparato genital era relativamente poco voluminoso. Imagino que debe ser algún tipo de “pavoneo” compensatorio.
Finalmente, Omega encontró un macho receptivo y se quedó junto a el. Pi y el macho alfa continuaban con sus juegos y roces.

Por mi parte, fui retornando a mi automóvil. Muy despacio, siempre en actitud sumisa. Por suerte, ninguno notó mi retirada....."

Esta especie no deja de asombrarme hasta el día de hoy. Sé que a partir de mis observaciones de aquel día surgirán numerosas conjeturas y teorías. Esta es la primera aproximación con el material “en crudo”.


Espero que al ponerlo en palabras logre obtener un mayor entendimiento.
Si algún lector ocasional puede derramar un poco de luz sobre este comportamiento, no tiene más que dejar un comentario, en especial al tan particular acto de tocar los genitales. Aquel hábito todavía me desconcierta.


En humilde homenaje a la gran primatóloga Dian Fossey

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