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"...Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis. ¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende?, ¿si la que es ingrata ofende, y la que es fácil enfada?...." SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

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Thursday, November 08, 2007

My Dear Florence:

Florence canta pésimo. Tan pero tan mal que da pavor oírla. Destruye una pieza de Mozart.
Pobre Florence cree que lo hace bien, pero se equivoca. No tiene la culpa de haber nacido sin oído para la música. Desentona. Desatina. Distorsiona y destruye cada nota.
Termina el tema y vuelve a empezar. Está puesto en “repeat”. Algunos pensarán que soy masoquista por escuchar semejante bazofia.
Y sin embargo, esto se parece tanto a la vida. A la búsqueda del afecto y del otro.
Creo tener un excelente oído para la búsqueda, pero una y otra vez recaigo en encuentros fallados. Eso sí, cada encuentro tiene el “do de pecho” al máximo!

Que error fatal!.


En esta revisión, acaso algo productiva, escucho a Florence que destruye la belleza de la melodía con su voz odiosa y me pregunto ¿en que me diferencio de Florence? En que tal vez empiezo a ver que mi método y mi registro están mal.
Posiblemente la búsqueda sea inútil, como el canto de Florence, que además de inútil es dañino. Atenta contra la salud auditiva, penetra lo más profundo del cerebro y crea nuevas redes neuronales que funcionan mal. Es un tema de registro. Lo malo suena bien. Lo bueno no se registra. Las neuronas se van acostumbrando al malestar.
Ahí esta! Suena mal! Se oye mal! Huele mal! Se ve mal! Atenta contra la propia vida!
Entonces, como sigo escuchando a Florence? Tal vez para aprender. ¿Cómo evitar recaer siempre en la misma nota, el mismo semitono mal puesto, mal acomodado, el mismo alarido que Florence canta feliz como su “do”?.

A pesar de Víktor E. Frankl, sigo buscando un sentido a muchas cosas. Tal vez sea hora de hacer carne lo que escribe sabiamente: “Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como seres a quienes la vida les inquiera continua e incesantemente. Nuestra contestación tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una conducta y una actuación rectas. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tares que la vida asigna continuamente a cada uno.”

Florence nunca podrá cantar bien. No lo nota. Tal vez su sentido sea cantar mal para mostrar qué no se debe hacer.
Yo quiero buscar bien. Releerme y aprender a no buscar, sino a encontrar sin desesperar. Eso sí, mientras tanto seguiré escuchando a Florence, para no olvidarme nunca de lo mal que hace creer que el error es una virtud.

El Hombre en Búsqueda de Sentido. VIKTOR E FRANKL. Ed. Herder, 1989

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